viernes, 24 de abril de 2015

El dibujo de un cohete.

Desde que era pequeño, William Locke siempre supo que estaba destinado a surcar las estrellas. No tendría más de ocho años cuando decidió construir un cohete. Hacía un siglo que ninguno surcaba los cielos, muchos no sabían ni lo que era pero su abuelo le explicó todo lo que recordaba de ellos, empezando por un simple dibujo.
William comenzó su sueño de construir su cohete con la ayuda de su abuelo. Su mejor amiga, la pequeña Lizy Flint, siempre se metía con él.
—Tienes la cabeza llena de pájaros Will—decía la niña mientras jugaba con sus coletas.
—¿Por qué?—preguntaba el joven.
—Por construir eso y querer viajar por las estrellas. Es imposible.
—Eso es un cohete y sí es posible.
—Lo que tú digas, niño del cohete, yo voy a jugar al parque ¿Quieres venir?
—Quizás luego.
Pero no fue. Trabajó duro día tras día. Dejó atrás su niñez, pasó su adolescencia y se convirtió en todo un hombre. El hombre del cohete lo llamaban. Sus amigos acabaron abandonando el pueblo en busca de una vida mejor. La pequeña Lizy fue de las últimas en marchar pero también terminó haciéndolo tras una fuerte discusión que tuvieron Will y ella.
Al joven Will solo le quedaban dos cosas, su debilitado abuelo y su sueño. En eso se centró y fue tal su empeño que, tras diecisiete años de duro trabajo, estaba a punto de lograrlo. Fue entonces cuando se dio cuenta de que sus cálculos eran erróneos. Su amiga Lizy tenía razón, era imposible. No había energía en su planeta capaz de elevar su cohete hacia las estrellas.
Pasaron los días y Will dejó su sueño de lado, hasta que una mañana una joven apareció en su puerta.
—Hola, niño del cohete.
—¿Lizy?—preguntó Will extrañado.— Casi no te reconozco
—Ahora me llaman Elizabeth—dijo sonriendo.
Se pusieron al día enseguida, ella le contó sobre su vida en la ciudad y él le contó que había renunciado a su sueño.
—¿Me harías un favor?
—Claro
—Espérame esta noche en el camino al lago.
Y Elizabeth se fue corriendo sin decir nada más para sorpresa del joven.
Esa noche se encontraron donde le pidió. Ella le vendó los ojos y lo guió. Cuando le quitó la venda ambos estaban montados en un bote, en medio del lago, rodeados de oscuridad. No, no era solo oscuridad, estaban rodeados de estrellas. Miles de estrellas sobre sus cabezas que se reflejaban en la superficie del lago y los rodeaban como si ellos fueran dos planetas en el espacio.
—Lizy esto es impresionante...
Surcaron las estrellas casi toda la noche.
—¿Recuerdas cuando nos peleamos?—preguntó ella mientras salían del bote.—Dije que eras como tu estúpido cohete, que te encendías y subías tan alto que nadie era capaz de alcanzarte.
El joven asintió.
—Bien pues creo que por fin te he alcanzado—le dijo la joven entregándole un microchip.— Es un prototipo de la empresa donde trabajo. Con esto tu cohete tendrá energía suficiente.
Will lo cogió y salió corriendo después de agradecérselo.
Lizy caminaba por el pueblo cuando escuchó un estruendo y acto seguido el cohete despegaba hacia el cielo en pleno amanecer.
—Increíble ¿verdad?
—¿Will?— preguntó sorprendida.—Entonces ¿Quién...?
—Mi abuelo—dijo el joven enseñándole un dibujo de un cohete.—Él fue quien me dijo que surcara las estrellas pero solo si no encontraba otra cosa con la que soñar—él sonrió mientras tiraba el dibujo.—Ahora mi sueño eres tú.

Ella corrió abrazarlo y lo besó mientras el cohete volaba sobre ellos hacia las estrellas.


sábado, 18 de abril de 2015

Explora. Sueña. Descubre.

Últimamente me sorprendo y decepciono a mí mismo con bastante frecuencia. Desde el mes pasado “me ha cambiado el chip” aunque no se muy bien con que propósito... si es que hay alguno. No sabría decir como tuvo lugar este cambio pero está lleno de sorpresas. No era algo que necesitase pero debo afirmar que no me ha venido mal. Ha sido como dar un paso después de llevar mucho tiempo quieto. Tus pies están cansados de estar de pie pero agradecen que ahora los estés usando para algo más que mantenerte, sin importar la dirección que les des. Así que ahí estoy, dando pasos, buscando sorpresas. Lo malo que a veces arriesgas y más que sorpresas te encuentras con decepciones.

El otro día me pasó algo muy curioso. Imaginaos la acción más típica que hagáis durante vuestro día a día. Ahora imaginaos que por alguna razón no sois capaces de realizar esa acción. Eso me pasó a mí. Es frustrante y no solo eso, si no que, aun por encima de no poder hacerlo sentía que decepcionaba a las personas que contaban con que lo llevara acabo. Sé que no me lo tendrán en cuenta, y que no le darán la misma importancia que yo, pero no pude evitar pensar que había fallado en algo con lo que contaban.

Creerme fue toda una experiencia o, al menos, así decidí tomármelo yo. Siempre hay que aprender cosas y más de uno mismo. Y esta lección está siendo bastante dura, pero supongo que son las lecciones que más merecen la pena aprender. ¿Qué cual es la lección? Supongo que la lección es que habrá momentos en los que será inevitable defraudar a otros pero no por eso debemos sentirnos decepcionados con nosotros mismos, o algo parecido. La verdad que es una lección que aun estoy puliendo. Lo que si puedo asegurar es que lo intenté y, aunque fallé, vi un lado de mi mismo que tengo que mejorar y, si no puedo hacerlo, aprender a vivir con ello pues no somos perfectos.

En conclusión, que uno nunca deja de conocerse. Ahora mismo estoy en un punto en el que no sé como he llegado, ni a donde iré a parar, pero si sé que es donde debo estar. Quizás mañana eso cambie, pero por ahora es así y así espero que siga. Cambiar, arriesgar día a día, aprender de uno mismo, sorprenderte o decepcionarte y seguir con tu vida. Una vida que crece y la cual debes aprovechar. Como dijo Mark Twain:

“Dentro de 20 años estarás más decepcionado por las cosas que no hiciste que por las que hiciste. Así que suelta amarras, navega lejos de puertos seguros, coge los vientos alisios. Explora. Sueña. Descubre


Creo que no hay mejor forma de cerrar la entrada de hoy que esta. Explora, sueña y descubre todos los días antes de dormir.