Desde que era pequeño, William Locke siempre supo
que estaba destinado a surcar las estrellas. No tendría más de ocho años cuando
decidió construir un cohete. Hacía un siglo que ninguno surcaba los
cielos, muchos no sabían ni lo que era pero su abuelo le explicó todo lo que
recordaba de ellos, empezando por un simple dibujo.
William comenzó su sueño de construir su cohete con
la ayuda de su abuelo. Su mejor amiga, la pequeña Lizy Flint, siempre se metía
con él.
—Tienes la cabeza llena de pájaros Will—decía la
niña mientras jugaba con sus coletas.
—¿Por qué?—preguntaba el joven.
—Por construir eso y querer viajar por las
estrellas. Es imposible.
—Eso es un cohete y sí es posible.
—Lo que tú digas, niño del cohete, yo voy a jugar al
parque ¿Quieres venir?
—Quizás luego.
Pero no fue. Trabajó duro día tras día. Dejó atrás
su niñez, pasó su adolescencia y se convirtió en todo un hombre. El hombre del
cohete lo llamaban. Sus amigos acabaron abandonando el pueblo en busca de una
vida mejor. La pequeña Lizy fue de las últimas en marchar pero también terminó
haciéndolo tras una fuerte discusión que tuvieron Will y ella.
Al joven Will solo le quedaban dos cosas, su
debilitado abuelo y su sueño. En eso se centró y fue tal su empeño que, tras
diecisiete años de duro trabajo, estaba a punto de lograrlo. Fue entonces
cuando se dio cuenta de que sus cálculos eran erróneos. Su amiga Lizy tenía
razón, era imposible. No había energía en su planeta capaz de elevar su cohete
hacia las estrellas.
Pasaron los días y Will dejó su sueño de lado,
hasta que una mañana una joven apareció en su puerta.
—Hola, niño del cohete.
—¿Lizy?—preguntó Will extrañado.— Casi no te
reconozco
—Ahora me llaman Elizabeth—dijo sonriendo.
Se pusieron al día enseguida, ella le contó sobre
su vida en la ciudad y él le contó que había renunciado a su sueño.
—¿Me harías un favor?
—Claro
—Espérame esta noche en el camino al lago.
Y Elizabeth se fue corriendo sin decir nada más
para sorpresa del joven.
Esa noche se encontraron donde le pidió. Ella le
vendó los ojos y lo guió. Cuando le quitó la venda ambos estaban montados en un
bote, en medio del lago, rodeados de oscuridad. No, no era solo oscuridad, estaban
rodeados de estrellas. Miles de estrellas sobre sus cabezas que se reflejaban
en la superficie del lago y los rodeaban como si ellos fueran dos planetas en
el espacio.
—Lizy esto es impresionante...
Surcaron las estrellas casi toda la noche.
—¿Recuerdas cuando nos peleamos?—preguntó ella
mientras salían del bote.—Dije que eras como tu estúpido cohete, que te
encendías y subías tan alto que nadie era capaz de alcanzarte.
El joven asintió.
—Bien pues creo que por fin te he alcanzado—le dijo
la joven entregándole un microchip.— Es un prototipo de la empresa donde
trabajo. Con esto tu cohete tendrá energía suficiente.
Will lo cogió y salió corriendo después de
agradecérselo.
Lizy caminaba por el pueblo cuando escuchó un
estruendo y acto seguido el cohete despegaba hacia el cielo en pleno amanecer.
—Increíble ¿verdad?
—¿Will?— preguntó sorprendida.—Entonces ¿Quién...?
—Mi abuelo—dijo el joven enseñándole un dibujo de
un cohete.—Él fue quien me dijo que surcara las estrellas pero solo si no
encontraba otra cosa con la que soñar—él sonrió mientras tiraba el dibujo.—Ahora
mi sueño eres tú.
Ella corrió abrazarlo y lo besó mientras el cohete
volaba sobre ellos hacia las estrellas.