sábado, 18 de octubre de 2014

Un acto improvisado.

Desde que nos levantamos hasta que volvemos a acostarnos pueden pasar muchas cosas. Cada día es distinto al anterior, y no solo eso si no que nosotros también, aunque muchas veces no veamos la diferencia. Y es irónico porque somos nosotros mismos los que marcamos la diferencia con nuestros actos y no nos damos cuenta en muchas ocasiones. Desde algo tan simple como escuchar una nueva canción, acabar un libro o ver una película hasta algo tan complejo como dejar tu trabajo, mudarte de ciudad o romper con tu pareja.

Por un lado tenemos nuestros actos rutinarios, aquellos que, por costumbre, hacemos día a día. Son nuestros hábitos y nos definen aunque no suelen ser los que mejor lo hacen. En cambio, por otra parte tenemos nuestros actos improvisados, aquellos que no nos esperábamos que ocurrieran, pero que sacan lo peor y lo mejor de nosotros.

A lo largo del día encontramos distintos momentos que muchas veces nos ponen a prueba, nos hacen actuar de formas nuevas y nos cambian. El cambio, a veces, es imperceptible y otras veces puede llegar incluso a sorprendernos de nosotros mismos, por lo que son esos momentos los que sirven para conocernos mejor y saber de lo que somos capaces.

Así que, hoy me propongo realizar un acto improvisado, me propongo ponerme a prueba y sorprenderme a mi mismo. Empezar algo nuevo, crear algo nuevo, y poco a poco transformarlo, expresarlo y compartirlo. Porque son esos actos los que nos pueden hacer mejorar y porque, al final, son los que nos motivan a levantarnos cada mañana y en los que pensamos justo antes de dormir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario