miércoles, 29 de octubre de 2014

Juntos.

Es sencillo, hay que permanecer juntos. En lo bueno y en lo malo. Bajo la luz del sol o bajo la lluvia. En el mismo sitio o en la distancia. Juntos cuando nos enfadamos y más cuando nos perdonamos. Juntos como amigos, como compañeros o como amantes. También como rivales, nunca como enemigos. Juntos en la soledad sin sentirnos solos estando juntos. Juntos para agarrarnos de la mano si lo necesitamos, para llorar si queremos desahogarnos o para reírnos y jugar como niños. Juntos para apoyarnos, para animarnos y consolarnos. Juntos para hablar de todo sin decirnos nada o para decírnoslo todo sin hablar. Mucho más que juntos para abrazarnos o besarnos si lo deseamos pero sobre todo juntos para querernos, siempre.

Una simple promesa inmutable en el tiempo.

                               Sencillamente juntos...antes de dormir.


domingo, 26 de octubre de 2014

Llorar.

Nunca llorar fue señal de debilidad. Desde que era pequeño no entendí la razón por la que las lágrimas acuden a nuestros ojos para resbalar suavemente por nuestras mejillas en diversas situaciones de nuestra vida. Una vez leí un artículo en el que decía que no había dos lágrimas iguales, como los copos de nieve. Resultó curioso saber que nuestras lágrimas están compuestas de distinta forma según sea la causa que las producen. Por eso saber la diferencia por la que lloras fue toda una revelación para mí, porque siempre creí que cada lágrima derramada era por no ser lo suficientemente fuerte para contenerlas, ya fueran de alegría o de tristeza.

Hoy me he dado cuenta de esa diferencia al ver llorar a un ser querido y entendí algo que hasta ahora se me escapaba. Podemos llorar por muchas razones, algunas buenas y otras malas. Podemos llorar, incluso, sin razón, pero las lágrimas que hoy he visto, las lágrimas que he derramado a lo largo de mi vida y las que todo el mundo ha derramado alguna vez son necesarias porque sin ellas nuestra mente no sería capaz de expresar con palabras lo que en ese momento está sintiendo. Pura emoción.

Es por eso que empiezo a creer que dependiendo de la situación, cada lágrima derramada oculta cuatro posibles emociones: una tristeza inconsolable, un dolor intratable, una impotencia invencible y una felicidad sincera. Creo que estas cuatro emociones resumen todas las sensaciones que me han podido hacer llorar en algún momento de mi vida. Y, aunque antes lo pensara, ya no creo que llorar sea una muestra de debilidad, si no más bien es una prueba de que estamos vivos, de que sentimos y de que sabemos que estamos al límite y necesitamos expresarlo, soltarlo y poder seguir adelante.

Llegamos a este mundo llorando, y lo dejamos atrás con las lágrimas de nuestros seres queridos. Pero esa tristeza que les otorga tu pérdida también es símbolo del afecto que demostraba tu presencia. Un símbolo sincero. Así que si queréis llorar hacerlo, no os privéis porque es necesario, ya sea por tristeza, impotencia, dolor o felicidad, ya sea un día con tus seres queridos o una noche cualquiera antes de dormir.


sábado, 18 de octubre de 2014

Un acto improvisado.

Desde que nos levantamos hasta que volvemos a acostarnos pueden pasar muchas cosas. Cada día es distinto al anterior, y no solo eso si no que nosotros también, aunque muchas veces no veamos la diferencia. Y es irónico porque somos nosotros mismos los que marcamos la diferencia con nuestros actos y no nos damos cuenta en muchas ocasiones. Desde algo tan simple como escuchar una nueva canción, acabar un libro o ver una película hasta algo tan complejo como dejar tu trabajo, mudarte de ciudad o romper con tu pareja.

Por un lado tenemos nuestros actos rutinarios, aquellos que, por costumbre, hacemos día a día. Son nuestros hábitos y nos definen aunque no suelen ser los que mejor lo hacen. En cambio, por otra parte tenemos nuestros actos improvisados, aquellos que no nos esperábamos que ocurrieran, pero que sacan lo peor y lo mejor de nosotros.

A lo largo del día encontramos distintos momentos que muchas veces nos ponen a prueba, nos hacen actuar de formas nuevas y nos cambian. El cambio, a veces, es imperceptible y otras veces puede llegar incluso a sorprendernos de nosotros mismos, por lo que son esos momentos los que sirven para conocernos mejor y saber de lo que somos capaces.

Así que, hoy me propongo realizar un acto improvisado, me propongo ponerme a prueba y sorprenderme a mi mismo. Empezar algo nuevo, crear algo nuevo, y poco a poco transformarlo, expresarlo y compartirlo. Porque son esos actos los que nos pueden hacer mejorar y porque, al final, son los que nos motivan a levantarnos cada mañana y en los que pensamos justo antes de dormir.